La ropa y el calzado producen un 8% de los gases de efecto invernadero a nivel global. Vestirse es una necesidad, pero existen alternativas para que el impacto de esta acción no contribuya ni agrave la crisis climática.
Los chilenos son los que más gastan en vestuario dentro de Latinoamérica. Ya sea por necesidad o por moda, el país ha llegado a un sobreconsumo de ropa que significa otra bala para el planeta.
Es el caso de Kevin Cortés, quien se declara comprador compulsivo. “Yo voy todas las semanas al mall, y me compro ropa una o dos veces. Siempre pienso que esto se va a deteriorar, y como a mi me gusta mucho, me voy a la segura y me lo compro en dos ocasiones”, explica.
Los números son alarmantes. Detrás de una polera de algodón hay más de 2.000 litros de agua en su producción, 9.000 en el caso de un jeans, y un kilo de tejido implica 11.000 litros de este recurso. En cuanto a la huella de carbono, una tenida tiene un total de casi cinco kilos de monóxido de carbono.
“Sabemos que el 8% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la industria textil. Eso es más que la industria de aviación y marítima en conjunto”, asegura Danny Sriskandarajam, jefe ejecutivo de Oxfam, Reino Unido.
No se trata sólo de las telas o del algodón que se utiliza. La confección de vestuario implica una serie de procesos contaminantes. “El algodón es una planta que se tiene que sembrar y regar. Después se cosecha y se debe transformar en un hilo, ese hilo en tela, y ésta se debe teñir y estampar. Casi todos esos procesos requieren de energía y agua”, argumenta María Neira, ingeniera textil.
Es la moda del “fast fashion” lo que exacerba una sociedad que por las rebajas, promociones y ofertas, cae en el consumo compulsivo. Sin embargo, existen opciones e iniciativas pensadas para reducir la huella de carbono que llevamos puesta a diario. “Hay distintas alternativas para que tu puedas maximizar el uso de tu ropa, y no necesites comprar ropa nueva, sino que darle una segunda vida”, explica Sofía Calvo, escritora del libro “El Nuevo Vestir”.
“Los restos no son basura, sino que son potenciales materias primas. Me aseguro de estar usando algo hecho localmente, lo que me garantiza una menor huella de carbono”, cuenta Juana Díaz, diseñadora de Telas del Futuro.
Preferir la producción local o la ropa reciclada, es una de las mejores formas de reducir la huella de carbono. Siendo la industria de la moda una de las que más contamina, tiene la obligación ética de cambiar sus procesos, y los consumidores de informarse y cambiar sus conductas a la hora de comprar.
En palabras simples, que sus crías caigan al agua sin saber nadar y convirtiéndose en presa para depredadores. En tanto que los propios adultos caen al océano y se terminan separando y perdiendo del grupo.
Fuente: Futuro 360
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