Desperdicio de alimentos: un problema tan social como ambiental

Mingueras recolectando desperdicios de la feria libre @Greenpeace. 

Mientras en el mundo cada año se pierden más de mil millones de toneladas de alimentos, en Chile se estima que se pierden 5,2 millones de toneladas de alimentos anualmente, y que el 68% de la producción de frutas y verduras no llega a ser consumida; un problema grave si consideramos que hasta el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene desde este fenómeno.

Santiago. 26 de septiembre de 2025. El reporte Food Waste Index 2024, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, dio a conocer que, durante 2022, desde el comercio minorista, los proveedores de servicios alimentarios y los hogares se desperdiciaron en el mundo 1.050 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale a la pérdida de una quinta parte (19%) de los alimentos disponibles para los consumidores. 

Pero eso no es todo, adicionalmente un 13% de los alimentos se pierden en la cadena de suministro en el período comprendido entre después de la cosecha y la venta al por menor, según estimaciones de la FAO. 

Y en el plano local, la situación no es tan distinta: según la investigación de Daniel Durán, académico de la Facultad de Ingeniería y Negocios de la Universidad de las Américas, en Chile cada año se desperdician 5,2 millones de toneladas de alimentos y que un 68% de la producción nacional de frutas y verduras no llega a consumirse.

Para Roxana Núñez, abogada y experta en incidencia en Greenpeace, el problema del desperdicio de alimentos es uno de los conflictos medioambientales en la actualidad: “Cuando entendemos que la agricultura es la principal responsable de la pérdida de bosque nativo y la deforestación, o que el 70% del agua extraída en el mundo es utilizada por esta industria, comprendemos lo antiético que es terminar botando una parte importante de estos alimentos a la basura”, expresa.

La abogada además pone en relieve el enorme impacto de este problema en el calentamiento del planeta y la crisis climática, al estimarse que entre el 8% y 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son generadas por el desperdicio de alimentos, algo que es incluso cinco veces más alto que lo generado por todo el sector de la aviación en el mundo.

Pero el desperdicio de alimentos no sólo es un problema medioambiental y climático, sino también uno económico y social. En efecto, se estima que el 8,2% de la población mundial puede haber padecido hambre y, al menos, un 28% se habría visto afectada por inseguridad alimentaria moderada o grave durante 2024, de acuerdo al estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025. 

Para Constanza Astorga, Líder de Programas de Seguridad Alimentaria en Fundación Gastronomía Social, el desperdicio de alimentos no es solo una pérdida económica y ambiental, sino también tiene un impacto social profundo: mientras toneladas de comida se descartan a diario, miles de personas enfrentan inseguridad alimentaria, la imposibilidad de tener acceso físico ni económico a alimentos básicos. 

“Desde Gastronomía Social creemos en la gastronomía como herramienta de cambio, por eso, trabajamos a través de líneas de acción como la seguridad alimentaria o la consciencia medioambiental. Ejemplo de ello es el programa Minga con el que, desde 2022, hemos podido diseñar un modelo en constante crecimiento, que se basa en la formación de mujeres mayores en el rescate de alimentos destinados al descarte desde ferias libres y a su vez formándolas en materias de conservación y generación de productos de alto valor gastronómico. A través de este programa generamos emprendimiento y empoderamiento económico para mujeres mayores, hasta la fecha ya hay cuatro cooperativas de mujeres mingueras, en las que participan mujeres de las comunas de La Pintana y Cerro Navia, entre otras, dedicadas al rescate de frutas y verduras que posteriormente convierten en conservas artesanales”, destaca Astorga y agrega que, del mismo modo, desde 2020 con Comida para Todos articulan redes multisectoriales, desde espacios comunitarios hasta el mundo público y privado, para que alimentos destinados al descarte lleguen a comedores sociales y, gracias al inmenso poder innovador de la cocina, transformen el descarte en platos nutritivos y dignos para personas en vulnerabilidad.

Para lograr controlar este problema, las expertas coinciden en que es necesario trabajar en diversos frentes. Para Roxana Núñez, en primer lugar, es necesario ajustar la cantidad de alimentos que se producen en el mundo. “Vivimos en una cultura de consumo que valora la presentación por sobre lo funcional, lo que ha llevado a que muchas veces se desperdicien alimentos sólo por no cumplir criterios estéticos y eso es verdaderamente un despropósito, sobre todo cuando entendemos que para producir esos alimentos se ha arrasado con ecosistemas completos y se han utilizado recursos cada vez más escasos en el planeta”, asegura. 

Del mismo modo, la abogada cree que es fundamental también generar políticas públicas que promuevan una mayor circularidad en esta industria, para aprovechar la mayor parte de la producción alimentaria y lograr disponer sosteniblemente de los posibles residuos generados. 

Por su parte, Constanza Astorga puntualiza que actualmente en Chile, son muchos los que trabajamos para prevenir y reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos. “Existen bancos de alimentos, municipios, empresas que impulsan lo imperfecto y quienes, incluso desde ollas comunes, trabajan silenciosamente y están logrando reducir las pérdidas y desperdicio de alimentos. Desde nuestro lugar, estamos seguros de que juntos, con una intención de colaboración profunda y con soluciones innovadoras, aportamos a transformar un problema complejo en oportunidades para un sistema alimentario más justo”, comenta Astorga.

“El desperdicio de alimentos es un fenómeno que no sólo despilfarra agua, suelos, energía y trabajo humano, sino que además contamina y genera una alta cantidad de emisiones (responsables directas de la crisis climática), todo mientras millones de personas sufren inseguridad alimentaria o, directamente, hambruna. Cuando analizamos los desafíos de la humanidad, tanto en materia social y ambiental, nos damos cuenta lo urgente que es generar cambios radicales en nuestra forma de producir y consumir (y, peor aún, desperdiciar) estos alimentos”, concluye Núñez.

Desperdicio cero: el viaje de los descartes de feria a la mesa comunitaria

Aquí las imágenes del trabajo de Fundación Gastronomía Social y Greenpeace que revelan la recolección de desperdicios en la feria libre y el trabajo de voluntarios cocinando estos alimentos  descartados para  transformarlos en  almuerzos a la comunidad. 

 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace
 Sofia Yanjari / Greenpeace

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Author: Prensa Chile

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