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Hambre “a la carta”: 5 formas en que el cambio climático afecta la producción de alimentos

Es tiempo de llevar nuestra curiosidad culinaria más allá del plato y hacia los desafíos que enfrenta la producción de los alimentos.

El cambio climático no es sólo un invitado que se ha colado a nuestra mesa, sino que además está alterando el menú en su totalidad. No discrimina. Afecta cada aspecto de los alimentos, de los campos al mar, incluso los precios que pagamos en el mercado. 

Te invitamos a ponerte el delantal y explorar algunas de las maneras en que esta realidad climática cambiante está transformando nuestra relación con la comida

Agricultura

Un agricultor orgánico.

Los patrones climáticos se han vuelto casi impredecibles, las sequías más prolongadas y las inundaciones más frecuentes. En particular, quienes trabajan en el sector agrícola ven cómo estos eventos extremos perturban las prácticas tradicionales al punto de que la producción se reduce o se pierde, sin remedio. 

Ningún cultivo ni la cría de ganado está exento. En especial, se convierten en una amenaza para la producción de granos básicos como el arroz y el trigo, que están en la base de la nutrición de millones de personas.

La comunidad de Kaboedin es una de las dos comunidades que viven cerca de la proyectada mina de carbón Omkoi, cuya construcción está prevista en un área de 454.520 metros cuadrados. El informe de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) de este proyecto no cubre detalles del uso de los recursos hídricos. Esto puede afectar el arroyo, principal recurso hídrico de la comunidad. Las comunidades ya no pueden utilizar los recursos hídricos, que son el factor principal en la agricultura y también para el consumo diario.

El caso de Argentina, uno de los principales exportadores de trigo del mundo, es un ejemplo claro. Según datos de la ONU, este año se prevé que las exportaciones de trigo y soja para 2023 caigan un 28% en comparación con los niveles de 2022. 

Esto se debe a cómo el cambio climático llevó a un aumento de las temperaturas que, junto a la disminución de precipitaciones por el fenómeno de La Niña, mermaron la disponibilidad de agua y ha empeorado los impactos de la sequía. 

Por su parte, Chile atraviesa la sequía más larga de la región en al menos mil años, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima en América Latina. Tras 13 años de escasas precipitaciones, la situación agrava la tendencia a la desecación y sitúa al país a la cabeza de la crisis hídrica de la zona.

La región también sufre olas de calor intensas, cuya frecuencia y duración han aumentado por el cambio climático. En el estudio reciente realizado en la zona, los científicos de la Atribución Meteorológica Mundial han descubierto que el cambio climático inducido por el ser humano ha provocado que las temperaturas extremas en diciembre de 2022 fueran unas 60 veces más probables.

Pesca

Activista bajo el océano con un cartel "Los combustibles fósiles están matando al arrecife".

Nuestros océanos están severamente impactados por el cambio climático. Sus aguas están más calientes y ácidas, lo que lleva a la muerte de los arrecifes de coral y demás ecosistemas marinos. Tal desequilibrio deriva en problemas para toda la vida marina y, por ende, para la pesca. 

Sólo por citar a un ejemplo popular, el atún es sensible a los cambios de temperatura de las aguas donde vive. Por eso, se están desplazando de sus zonas habituales hacia aguas más frías. Los pescadores no tienen más opción que navegar más lejos para encontrarlos, lo que implica exponerse a más riesgos . 

El precio de la comida

Variedad de frutas y verduras

El cambio climático genera una presión indirecta pero sustancial en el costo de la comida a nivel global. Cada vez que la producción agrícola y pesquera se ven afectadas, la cadena de suministros se resiente y los precios suben

Se espera que en un contexto de temperaturas cada vez más altas, el rindes de los campos de granos baje alterando el abastecimiento y los costos. Un panorama semejante pondrá aún más en riesgo el acceso de las poblaciones más vulnerables a su plato de comida diario. 

Seguridad hídrica

Greenpeace despliega una pancarta gigante en el acueducto de Cigüela (Cuenca) para denunciar que “no hay agua para tanto regadío”

Es una obviedad decirlo pero sin agua, no hay sistema de alimentos. Para dimensionar de lo que estamos hablando, hay que decir que para producir 1 kg de arroz se utilizan 3.000 litros; para 1kg de pollo se requieren 3.920 litros de agua y para la misma cantidad de carne vacuna se necesitan 18.000 litros de agua. 

Como mencionamos antes, el cambio climático amenaza las reservas de este recurso vital para todos sus usos, incluida la agricultura. Los recursos de agua potable por persona disminuyeron 20% con el cambio climático y la contaminación, lo que hace declinar su calidad y seguridad.  

La escasez inducida por el clima añade otra capa de complejidad a la producción de alimentos.

Injusticia social

Las consecuencias de esta crisis climática no se distribuyen de forma pareja. Las comunidades vulnerables, por lo general en países en desarrollo, cargan con la inseguridad alimentaria más que el resto

Sus habitantes están más propensos a tener que migrar o viven en carne propia la pobreza y la injusticia social. 

Con toda esta información, no queda más que reconocer que el cambio climático es también una crisis alimenticia y del acceso a agua potable. 

Así que cuando saborees tu próxima comida, recuerda la importancia de tomar acción para frenar las emisiones que generan la crisis que atravesamos. Sin dudas, una gran manera de empezar es reclamar a las empresas y al sector de los combustibles fósiles que se hagan responsables de lo que han causado. 

A no olvidar que tenemos la capacidad de hacer que los alimentos sean abundantes, accesibles y equitativos para todos y todas, si aceptamos estos desafíos y trabajamos para afrontarlos. 

Transformemos al sistema alimenticio en uno sustentable y justo para afrontar la triple crisis planetaria ??.

Fuente: Greenpeace Filipinas  

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Author: Meri Castro

Para frenar el cambio climático hay que pensar fuera de la caja

¿Qué acciones sencillas podemos hacer las personas comunes y corrientes para reducir nuestra huella de carbono? Es una pregunta que le hacen seguido al redactor y campañista inglés Jeremy Williams. 

Una multitud juega con un globo terráqueo en la marcha por el clima de Sydney.
Una multitud juega con un globo terráqueo en la marcha por el clima de Sydney.

En esta nota él se apresura a responder a este interrogante planteando otra pregunta: ¿Vamos a combatir al cambio climático con actos particulares o con acción colectiva? Y desafía, “a la crisis climática no podremos resolverla sólo desde lo personal, es lo que hacemos juntos lo que marca la diferencia”.

Las mejore soluciones pueden no ser las más sencillas

Además, aclara Williams, no deberíamos limitar nuestra imaginación a la pequeña escala. Hay que llevar la discusión más allá. Sólo así podremos revertir un sistema industrial que lleva 200 años acaparando cada aspecto del sistema económico y político. 

Teniendo esto en cuenta, las medidas que deberemos encarar no serán tan fáciles como uno quisiera. Pero para prevenir la catástrofe climática, dice Williams, mejor dejar la huella de carbono de las acciones singulares a un lado por un momento y enfocarse en los temas que cambian al sistema

Por ejemplo, votar por políticos que respalden la acción climática. Involucrarse con los representantes. Escribirle a las compañías a las que les damos nuestro dinero y presionarlas para que tengan metas ambientales más ambiciosas. Llevar tu activismo a tu lugar de trabajo, escuela, lugar de culto, gimnasio, banco, supermercado.

El tiempo es un bien preciado y escaso. Debemos poner la atención en esas acciones que harán la diferencia más grande

Hábitos, no acciones

Ahora sí, hablemos de las acciones personales. Aquellas que son la forma en la que vivimos nuestros valores y que son, en definitiva, las elecciones que moldean el cambio en nuestra comunidad. 

Williams propone dejar de hablar de “acciones”, que sugiere cosas que hacemos una sola vez. Y empezar a hablar de hábitos, palabra que resalta el enorme impacto acumulativo que tiene eso que repetimos a diario. 

En este sentido, el cambio de estilo de vida y el cambio del sistema no son excluyentes. Necesitamos de ambos. 

Variedad de comida vegetariana.

Elegir una opción vegana en un menú es una acción. Comer una dieta basada en plantas es un hábito. Considerando el consumo promedio del Reino Unido, al comer vegano durante dos años, se salva la vida de un cerdo, una oveja, 31 peces y 41 aves, además de toda la comida, agua y energía utilizada para su producción.

Ir en bicicleta al trabajo una vez es una acción. Convertirlo en un hábito genera diversos beneficios, como el ahorro de petróleo, dinero, contaminación del aire, emisiones de carbono y tráfico, todo de una vez.

Persona andando en bicicleta sobre ciclovía.

Así, incorporando algunos hábitos ecológicos se fortalece la confianza para escalar a acciones más ambiciosas, que son las que ayudarán a reducir las emisiones de carbono de manera más significativa. 

No olvidemos que cómo gastamos nuestro dinero envía señales a las empresas. Tomar responsabilidad por nuestra huella de carbono muestra solidaridad con aquellos que sufren los efectos del cambio climático ahora y en el futuro. 

Algunos ejemplos para tener en mente son y planificar en el mediano plazo pueden ser dejar de usar coche, volar menos, renovar la casa, invertir en un vehículo eléctrico, calefacción sostenible o paneles solares.

Pensar en aquello que no podemos hacer 

a mayoría de las veces, lo que hace progresar a las metas está en aquello que no podemos hacer. Sólo así se corren los límites y se generan avances. 

Toma como ejemplo querer ir en bicicleta al trabajo, pero la distancia es muy larga y no puedo pagar un bici eléctrica. Si nos planteamos qué necesitaría cambiar para que esto sea posible, empiezan a surgir soluciones posibles. 

Estas cosas que no podemos hacer son indicadores para iniciar campañas y lograr innovaciones

En conclusión, es tiempo de preguntar más allá de la reducción de la huella de carbono de mis acciones. Empecemos a plantear: ¿Qué cambio puede ser más influyente? ¿Hacia qué objetivos significativos puedo contribuir? ¿Qué tiene que cambiar y cómo puedo colaborar a lograrlo? 

Tenemos un mundo para transformar. A prepararse e invitar a esta misión a todas las personas que podamos ??.

Este artículo fue escrito por Jeremy Williams y apareció por primera vez en su blog, The Earthbound Report. Se republica aquí (con cambios menores) bajo una licencia Creative Commons. Las opiniones expresadas por terceros no necesariamente coinciden con las de Greenpeace.

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Author: Meri Castro

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