Fiestas dieciocheras: ser independientes para defender la riqueza natural de nuestro país

Por Luz María Le Dantec, Coordinadora de Loyalty

Se acerca un nuevo aniversario de la conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno de nuestro país. 

Es decir, estamos frente a una nueva oportunidad de recordar, celebrar y reafirmar la decisión que tomamos como nación aquel 18 de septiembre de 1810 cuando elegimos empezar a transitar un largo camino hacia la independencia. 

Desde Greenpeace, sentimos que éste es un valor que nos emparenta puesto que la independencia está en el corazón mismo de nuestra organización. Por este motivo, jamás aceptamos aportes de empresas, gobiernos ni partidos políticos, y eso es lo que nos permite actuar de manera libre.

Nuestro trabajo es financiado por más de 3 millones de socios en todo el mundo. De esta manera, cuidando de nuestra independencia económica, podemos asumir riesgos y hacer frente a los objetivos comprometiéndonos de forma exclusiva con los individuos y la sociedad civil.

Desde nuestro lugar como guardianes del mundo natural, estamos convencidos de que mostrar amor y respeto por la tierra en la que habitamos, más allá de las fronteras, es una de las formas más significativas de homenajear la historia y la cultura de la que todas y todos somos parte activa.

Parque Nacional Torres del Paine.

Por eso, en estas Fiestas Patrias te propongo un repaso por las luchas ambientales que Greenpeace lleva adelante desde el norte al sur de Chile porque honrar al país donde vivimos es honrar y proteger nuestra diversidad.

En defensa de la riqueza biodiversa de esta larga y angosta faja de tierra

La oficina de Greenpeace se creó en 1993. En suma, llevamos 31 años defendiendo la vida silvestre y los ecosistemas del país, comprendiendo que cuidar de los sistemas naturales que nos sostienen es también proteger nuestra propia existencia y la de quienes vendrán. 

En estas tres décadas podemos hablar de tres grandes batallas que venimos dando en las tres regiones de Chile. En el norte buscamos frenar el avance de la actividad minera, en la zona central alertamos sobre la crisis hídrica y en el sur denunciamos el impacto de la industria salmonera en los mares.

El norte, la minería y los glaciares

Vista aérea proyecto minero Pascua Lama.

Comencemos por citar al caso más emblemático: Pascua Lama. Este proyecto se convirtió en un referente a nivel nacional de la destrucción de glaciares en manos de la minería y evidenció de manera clara todos los impactos e irregularidades de esta industria sobre glaciares y ecosistemas de montaña, por lo demás tan importantes en el contexto de la crisis de agua que enfrentamos.

En 2020, y tras un extenso proceso de casi dos décadas, se confirmó el cierre del proyecto Pascua Lama. Durante ese tiempo, fue denunciado de manera incansable por las comunidades de El Huasco y diferentes organizaciones ambientales y sociales del país. Fue, también, un reclamo apoyado por la ciudadanía en general que se dio cuenta de que los glaciares no pueden tener dueño y menos ser destruidos en beneficio de actividades mineras.

Este caso dejó claro que Chile precisa una protección definitiva y concreta para los glaciares del país, sobre todo de aquellos que se encuentran en la zona norte y centro y que están en constante amenaza. Debemos evitar que otros proyectos mineros avancen y destruyan estos ecosistemas claves. A estas alturas se trata de una medida estratégica para el cuidado del medioambiente y la provisión futura de agua del país.

La zona central y la crisis hídrica

Tenemos el triste récord de ser el único país de América dentro de los 20 países con mayor riesgo hídrico, según el relevamiento del Instituto de Recursos Mundiales (WRI). A su vez, desde hace 14 años vivimos una grave sequía que se combina con el intenso consumo de agua. Como resultado, tenemos niveles significativos de estrés hídrico en la mayoría de las cuencas desde Coquimbo hasta El Maule, alcanzando niveles que van desde altos hasta extremos.

De hecho, solo en lo que va del año, el gobierno ha emitido Decretos de Escasez Hídrica en 49 comunas de Chile, repercutiendo en más 1.600.000 personas. 

En la zona central, y según datos del reporte ‘Seguridad Hídrica en Chile: Caracterización y perspectivas de futuro’, elaborado por el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia [CR]2, la situación registrada en las últimas seis décadas se asocia, en especial, a dos factores: en primer lugar, el incremento en el consumo de agua (los usos consuntivos – pertenecientes o relativos al consumo – se han duplicado, impulsados por el desarrollo de las industrias agrícola y forestal), y, en menor medida, la disminución en la disponibilidad hídrica superficial. 

Ante esta situación debemos cuidar cada gota de agua disponible. En este sentido, Silvana Espinosa, vocera de Campañas en Greenpeace, considera que ¨es pertinente hacer un llamado al sector agrícola a generar mayores eficiencias en sus modelos de producción, reduciendo considerablemente los recursos que utilizan en estos procesos y aumentando los estándares de calidad con los que se miden¨.

Nuestra compañera también apunta que “las instituciones deben cambiar el modelo y poner el foco en la defensa de este recurso, protegiendo el agua como un derecho para todas las personas y defendiendo los ecosistemas que permiten su reserva y suministro, como bosques, glaciares, ríos y humedales, entre otros”. 

En este delicado contexto hídrico, el proyecto minero Los Bronces Integrado -que busca expandirse en las afueras de la capital- tiene la potencialidad de emplear alrededor de 1.300 litros de agua por segundo. Es por esto, que exigir que se frene su avance es clave para proteger nuestras reservas hídricas. 

El sur, las salmoneras y la contaminación

Son 1.400 las concesiones otorgadas para el cultivo de salmones a nivel nacional. La mayoría están concentradas en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes, de las cuales el 30% se encuentra dentro de áreas protegidas.

Como venimos alertando desde Greenpeace, la salmonicultura intensiva es una amenaza para los océanos del sur de nuestro país. A través de los años, esta actividad ha traído aparejados numerosos episodios críticos como escapes de especímenes, muerte de especies en peligro de extinción en mallas de la industria y generación de toneladas de contaminación.

Dentro del listado destaca el caso de la Reserva Nacional Kawésqar (RNK) en la Región de Magallanes, en los confines de la Patagonia chilena, cuyo territorio es de alto valor ecológico por la existencia de numerosas especies de fauna como ballenas, orcas, delfines, lobos y elefantes marinos.

Sin embargo, la acción de la salmonicultura a lo largo de los años ha protagonizado diferentes desastres ambientales: favorecimiento de marea roja, escapes masivos de salmones, sobreproducciones, anaerobia, etc. 

Nova Austral Isla Capitán Aracena © Patricio Miranda/ Greenpeace

En conclusión, sobran pruebas que demuestran que no existe la salmonicultura sustentable. La única oportunidad que tienen los mares, fiordos y canales para recuperarse es el retroceso de esta dañina industria. Por eso, exigimos que se detenga ya la expansión de la salmonicultura a nuevos espacios y la ampliación de la producción en los ya existentes.

Estos tres ejes sobre los que trabajamos de manera ardua desde Greenpeace ponen de manifiesto que la fuerza nace de la articulación entre el activismo, la defensa de nuestro planeta y los lazos comunitarios. Así, y solo así (entiéndase, no con nacionalismos que nos alejan de la conciencia como parte de la biodiversidad) podremos pensar en un futuro sostenible para Chile.

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Author: Editor

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