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El pino que amenaza nuestras araucarias

Plantaciones forestales, un arbusto introducido que adorna un centro de esquí o una semilla incrustada en una zapatilla de trekking no son inofensivos. Gracias al cambio climático pueden causar estragos. Así lo revela una investigación que da cuenta del peligroso avance de especies externas en zonas de altura de las regiones del Biobío, de la Araucanía y Metropolitana.

Diversas especies de pinos que han formado la base de la industria forestal comercial en muchos países de Sudamérica han terminado convertidas en enemigos de los ecosistemas naturales en que fueron insertadas.

Chile no escapa al fenómeno: por ejemplo el Pino contorta está invadiendo las zona cordillerana de las regiones del Biobío y Araucanía donde crece una de las especies autóctonas más preciadas: la araucaria. Esto ocurre nada menos que en una reserva nacional: Malalcahuello. Allí no sólo crece y avanza rápido -“robándole” terreno al árbol nacional- sino que se adapta con facilidad a un ecosistema de altitud que hasta entonces se creía protegido de la colonización de las especies invasoras por su aislamiento y condiciones climáticas más adversas. Grueso error.

Un estudio multinacional ha logrado detectar más de 1.000 especies no nativas en ambientes de alta montaña alrededor del mundo (130 de ellas en Chile) gracias al “gentil auspicio” del cambio climático, el turismo y la urbanización. Y aunque una planta exótica o introducida no es sinónimo de invasora (de hecho, varias nunca logran adaptarse), sin un catálogo ni monitoreo constante nadie sabe cuán bien les irá en desplazar -con el tiempo- a las especies nativas. Un riesgo no sólo para las economías nacionales (por su impacto en la agricultura) sino para la biodiversidad planetaria. “Arriesgamos una homogenización de la biota. Algo así como meter a las diversas especies vegetales que hay en el mundo en una licuadora y tener el mismo set a donde vayamos. No queremos eso”, dice Aníbal Pauchard, investigador de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción y del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

Cambio climático y resort

Pauchard, que lideró la investigación junto a 16 científicos de todo el mundo, dice que distintos factores explican el fenómeno: la preadaptación de las invasoras a condiciones ambientales de alta montaña, disturbios provocados por el hombre y de forma natural, la baja resistencia de las especies nativas a estas invasiones y la gran cantidad de semillas disponibles. En la primera, el calentamiento global ha jugado un rol preponderante. “Ha permitido que especies que antes no podían poblar esos lugares, con estas nuevas condiciones, sí lo puedan hacer”.

Pero no es el único responsable. Los centros de esquí, los circuitos de turismo de alta montaña, e incluso la expansión de la ganadería y agricultura, han aumentado las posibilidades de que estas invasiones se hagan frecuentes.

Pauchard explica que en el caso de los resorts y centros de esquí construidos a gran altitud y en áreas muy prístinas se están repartiendo semillas de especies exóticas que son llevadas a estos lugares para hermosearlos, sin medir las consecuencias”. Eso estaría pasando en sectores de El Colorado en la zona central (a 3.000 msnm), como en La Parva, donde también ha influido la urbanización y la apertura de caminos, según lo ha podido constatar Lohengrin Alexis Cavieare, del Departamento de Botánica de la Universidad de Concepción e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, encargado de estudiar la zona de Farellones.

Allí, el avance del diente de león es compleja. Más al sur, arbustos como la retamilla (muy combustible y un riesgo en caso de incendio), el aromo y el espinillo (Parque Nacional Villarrica) están afectando los ecosistemas. Allí, estas especies ganan terreno a paso agigantado y en muchos casos la flora nativa casi no puede regenerarse bajo ellas. “Estas especies están alterando ambientes muy frágiles y de alto valor de conservación”.

Acción pública y privada

La coordinación de las entidades públicas y privadas es importantísima para evitar la entrada de nuevas especies y controlar y erradicar las existentes, dice Pauchard, quien sostiene que aquellas personas que van a los centros de esquí o realizan actividad de alta montaña tienen también una responsabilidad: una semilla oculta en el zapato o ropa puede desatar con los años una problema ecológico que afecta a todo un ecosistema.

Lo bueno es que se puede combatir a las especies invasoras con un manejo integrado, control biológico (insectos que las consuman), corta e incluso herbicidas, tomando las precauciones necesarias. Pero a veces puede ser demasiado tarde. Por ello, los científicos piden a los gobiernos preocuparse del tema, en especial cuando se trata de parques nacionales y área protegidas.

En Chile, la Comisión Nacional de Medio Ambiente, el Servicio Agrícola Ganadero y la Conaf llevan a cabo una política nacional contra las especies invasoras, pero claramente faltan esfuerzos, recursos para estudios y monitoreo constante para contener uno de los problemas globales que más especies ha extinguido o amenazado gravemente en los últimos años en el mundo. La idea es que Chile no lidere ese ranking.

Al rescate de las araucarias

<P>Al rescate de las araucarias</P>Científicos trabajan en su conservación genética en Nahuelbuta
Se emplazan en tres zonas fundamentales de la geografía de la Novena Región, pero es en una de ellas -la zona sur de la Cordillera de Nahuelbuta- donde la especie adquiere características únicas y donde tiene sus principales problemas de conservación. Expertos de la Universidad de Concepción trabajan para torcer su inexorable destino.
El 97% del total de su población tapiza de bosque siempre verde la zona andina de la Novena Región. El resto de su singular y altiva belleza se reparte en dos zonas de la Cordillera de Nahuelbuta. Sin embargo, es en la zona sur de este cordón montañoso costero y a los pies de un pequeño villorio donde las araucarias llevan a cabo su principal batalla contra el deterioro y la extinción.

Para su fortuna no están solas en esta cruzada. Un grupo de académicos de la Universidad de Concepción -encabezado por el Dr. Cristián Echeverría- trabaja hace más de 10 años en Villa Las Araucarias para preservar la diversidad genética de una especie declarada monumento natural de Chile en 1990 y que en esta zona costera adquiere características particulares que la hacen única. Primero, porque se presume que hace unos mil años atrás este sector fue un refugio glaciar que estuvo aislado del resto de la biodiversidad que habitó la cordillera de la Costa, lo que otorgó características genéticas distintas a esta singular conífera. Segundo, porque crece a unos 600 metros sobre el nivel del mar (la de los Andes crece sobre los 900 m. y sus hermanas de la zona norte de Nahuelbuta, a 800 m.).

 

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La mano del hombre

Justamente el hecho de crecer a baja altura es lo que tiene a este grupo de araucarias en peligro: quedó al alcance del hombre, que la explotó en forma irracional para dar paso a la agricultura y la ganadería. En 50 años, la superficie ocupada por esta araucaria pasó de mil a sólo 50 hectáreas, que son las que hoy intenta recuperar desde 1999 este grupo de científicos.

Cristián Echeverría, doctor y académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, explica a La Nación que la zona de investigación, ubicada a 80 kilómetros de Temuco, está en manos de privados y que para lograr la restauración han debido hacer frente a las múltiples amenazas: el fuerte nivel de degradación ocasionado por el daño del fuego, el constante cambio de suelo para uso de agricultura, ganadería e introducción de plantaciones exóticas y la extracción inadecuada de los frutos del árbol. “Mucha gente saca los piñones apaleando las ramas y a escopetazos, hiriendo a los árboles hembra e impidiendo que vuelvan a reproducirse. Por eso, una de nuestras tareas es educar a la población para que entienda el valor de preservar esta especie, trabajando en las escuelas de la zona con los niños en esos valores. Hay malas prácticas que hay que erradicar cuando se cosechan los piñones”, dice el académico.

Los fondos obtenidos por Echeverría fueron conseguidos en Inglaterra, país donde estudió y donde la araucaria es un árbol muy conocido debido a que la reina Victoria -alrededor del año 1800- promovió el estilo de plantar araucarias en todos los castillos del país. “Ese antecedente nos permitió reunir fondos ingleses para desarrollar proyectos de conservación de araucarias en Chile entre 2006 y 2007”, dice.

Recuperación

Los privados dueños de los predios donde crecen las araucarias se han comprometido con el equipo de científicos a no tocarlas, a cercar las zonas para que no ingrese ganado al bosque y a permitir que las araucarias que crecen en invernadero producto del esfuerzo científico sean plantadas en la misma zona. Un trabajo metódico y paciente. “Lo que hacemos es colectar semillas (piñones) en época de cosecha -entre marzo y abril- las que almacenamos en bolsas plásticas en cámaras de frío. Los mejores niveles de geminación se logran con semillas pretratadas con frío”, dice el experto.

Entre julio y agosto las semillas son plantadas en bolsas negras con sustrato donde son criadas por dos años en un invernadero. Cuando cumplen el tiempo suficiente, son llevadas al mismo lugar donde se recolectaron y son plantadas para que se unan al bosque.

Desde 1999 el grupo de científicos ha logrado producir mil 200 plantas, que se han repartido en varios propietarios. Pero no todas llegan a vida adulta. “Al principio hubo mucha mortalidad. Hemos ido aprendiendo de eso, de las heladas, del tipo de suelo, de las condiciones asociadas al sitio, etc”, explica Echeverría.

Al esfuerzo de científicos y privados se unieron algunos organismos públicos (Conama, Bienes Nacionales, Conaf, Seremi de Agricultura y Municipalidad de Carahue), con el objeto de buscar en forma conjunta estrategias de conservación de estos bosques y además tener una herramienta exitosa a aplicar en la restauración de otras especies, como el alerce.

Por el momento, el sueño de estos científicos es seguir desarrollando el poblado de estas coníferas a una escala mayor, sensibilizando a la comunidad local y consiguiendo nuevos fondos que les permitan continuar con su tarea. “Nos preocupa en especial la araucaria del sur de la Cordillera de Nahuelbuta porque presenta diferencias genéticas que la hacen única, distinguiéndose de la que crece en el resto de Chile y Argentina. Además, estamos felices de haber realizado esta actividad con niños, pues ellos están ávidos de aprender e informarse. Eso nos motiva para seguir trabajando, seguir consiguiendo fondos y seguir realizando esta recuperación del bosque”, indicó.

Fuente: www.lanacion.cl